TORRE DE MARFIL

Percepciones sinestésicas

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Félix Fojo, MD
Ex Profesor de la Cátedra de Cirugía
de la Universidad de La Habana
ffojo@homeorthopedics.com
felixfojo@gmail.com

George Gershwin (1898-1937), el soberbio pianista y compositor norteamericano, estrenó en 1924 en el Aeolian Hall de Nueva York, acompañado por la orquesta de Paul Whiteman, su famosísima Rhapsody in Blue, una ambiciosa y muy moderna composición musical que, para muchos –entre los que me incluyo– definió la denominada era del jazz. Pero pocos saben que el título de esa Rapsodia en azul no fue casual. Gershwin, que moriría 12 años después, y sin cumplir los 40 años, de un glioma cerebral, “veía” las notas musicales en colores, una forma de percibir la música, un don –además del oído absoluto– que a él le parecía lo más natural del mundo pero que en realidad solo unas pocas personas poseen y que los neurólogos llaman sinestesia tipo música-color.

El austriaco Franz Liszt (1811-1886), uno de los más grandes pianistas de todos los tiempos y sinestésico reconocido, pedía a los músicos que le acompañaban, por ejemplo, “un poco más de azul en ese tono”, o “un violeta más profundo en esa escala”, proceder que a veces les confundía y creaba cierto grado de caos, pero es que él, Liszt, “veía” así la interpretación musical.

La sinestesia, por definición, es una variante no patológica, involuntaria, automática, consistente a través del tiempo, genérica, duradera, recordable y generalmente placentera de la percepción humana. La sinestesia se presenta en diversas formas. Las más comunes son: música-color, léxico-gustativa y temporal-espacial, pero hay muchas otras, casi tantas, como sinestésicos hay.

Cuando revisamos las expresiones comunes del lenguaje hablado –y escrito y cantado– nos sorprende la enorme cantidad de expresiones sinestésicas que contienen: “Tiene un corazón negro”, “la frialdad de sus palabras”, “la dulce espera”, “el sonido de la hipocresía”, “el silencio de oro”, “olor a mentira”, “la música de sus ojos”, “el dulce sabor de la victoria”, “la caricia de su canto”, “el sonido del silencio”, “la frialdad de la venganza” y muchos, muchos más que empleamos por costumbre pero que muy probablemente vienen de las percepciones sinestésicas.

La primera descripción médica de la sinestesia se debe al profesor alemán Georg Tobias Ludwig Sachs en 1812, pero ya era conocida desde tiempos inmemoriales; investigadores, artistas y filósofos como Locke, Newton, Leibniz y Diderot le habían dedicado comentarios y observaciones. Todos los poetas acuden de una u otra forma al lenguaje sinestésico, pero pocos lo hacen de una manera tan reiterada y hermosa como el español Juan Ramón Jiménez: “Es de oro el silencio/la tarde es de cristales/en el cénit azul/ una caricia rosa/por el verdor teñido de melodiosos oros”.

Se estima que la sinestesia se presenta en alrededor del 1% de las personas, pero es difícil saberlo, entre otras cosas porque para los sinestésicos el mundo es así y ellos no sienten nada extraño en sus percepciones y también porque hay muchos tipos diferentes de percepciones sinestésicas, lo que complica enormemente su estudio.

Entre los sinestésicos famosos y que reconocen ellos mismos la posesión de esa característica, se encuentran, además de los ya mencionados: Wolfgang Amadeus Mozart, Richard Wagner, el escritor Vladimir Nabokov –que le ha dedicado a su condición hermosos textos–, Nikolai Rimsky-Kórsakov, Piet Mondrian y Wassily Kandinsky, el inventor Nikola Tesla, Charles Baudelaire, Paul Klee, Duke Ellington, Stevie Wonder, Jimi Hendrix, Billy Joel, el matemático Daniel Tammet, Beyonce, Billie Eilish y Lady Gaga, que no podía faltar.

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