Raúl García Rinaldi, MD

“Tenemos que seguir aprendiendo y desarrollando”

Del Dr. Raúl García Rinaldi se puede escribir mucho: es miembro de unas 40 asociaciones médicas, ha publicado más de 200 artículos de investigación, ha puesto el nombre de Puerto Rico en un lugar muy alto de la cirugía cardiovascular y, lo más importante, ha ayudado a que miles de personas tengan una mejor calidad de vida. Además de su sencillez destaca su voluntad inquebrantable de trabajar y de seguir aprendiendo.

¿Dónde y por qué estudió Medicina?

Yo me gradué de la Escuela de Medicina de la Universidad de Puerto Rico. El por qué es una historia familiar. Mi mamá sufría del corazón, tenía una estenosis pulmonar, razón por la que le habían recomendado no tener hijos. Pero, mis padres decidieron correr el riesgo. En la familia no había médicos y en mi libro de bebé decía “Llegó el médico”. En verdad, nunca consideré otra cosa que no fuera ser médico. No puedo pensar retirarme o bajar el ritmo de trabajo que son 12 a 15 horas al día. Me encanta lo que hago, me apasiona estar resolviendo situaciones y pensando o buscando nuevas y mejores opciones para hacerlo. Me gusta mucho aprender y si, para eso, tengo que ir al último rincón del mundo, pues allá voy.

¿Cómo llegó a cirugía?

Volvemos a mi madre; ella había tenido varías cirugías debido a un problema intestinal, por lo que vivíamos en pánico pensando que se iba a morir el siguiente año. Por eso las Navidades eran tristes en casa. Yo estaba en la escuela y pensaba cómo podía ser un buen médico para ayudarla. Cuando estaba en 9º grado, el Dr. Eugenio María de Hostos, nieto del prócer, quien era el cirujano que cuidaba a mi mamá, me llevó a ver una cirugía; yo ya sabía que quería ser médico y ahora quería ser cirujano, además de tener una gran y afinidad por la cardiología.

Más tarde aparece en mi vida otra figura importante: el Dr. Luis Soltero Harrington, cirujano entrenado en Texas que trabajaba en el Hospital del Maestro y en la Escuela de Medicina. Cuando lo conocí, le pregunté si me invitaba a ver una operación del corazón. Así fue y decidí que eso es lo que yo tenía que hacer. De allí surgió una gran amistad entre discípulo y maestro. Él hacía un esfuerzo grande por trasmitirme lo que sabía y yo en aprender lo que él me enseñaba. Él era un hombre muy inteligente y sencillo, muy bueno con los pacientes, a quienes veía con cariño y desprendimiento. Me trasmitió cosas que no están en los currículos, por ejemplo cómo conducirme, cómo desempeñarme en la escuela de Medicina, en la academia, e inclusive socialmente.

Después, viajó a especializarse.

Si, cuando terminé la Escuela de Medicina quería ir a Texas. Un día, al ver la foto del Dr. DeBakey en la portada de la revista Time, dije: “Con él me quiero entrenar”. Pero al hacer mis arreglos para el internado, llené el papel equivocado y obtuve una plaza en Minnessotta. Era un sitio excelente, con los mejores cirujanos, gente brillante, pero, yo quería ver las cosas nuevas que se hacían en Houston. De todos modos, ya estaba hecho el compromiso y pasé un año en Minnessota y aprendí mucho.

¿Luego va a Houston?

Si, busqué al Dr. DeBakey y le dije que yo no solo quería entrenarme en técnica quirúrgica sino ser un cirujano completo, desarrollando todas mis destrezas y conocimientos. Él había diseñado un programa para que los cirujanos hicieran eso, así que se puso feliz con mi propuesta. De allí en adelante fueron surgiendo oportunidades y se iban abriendo puertas. Pero nada fue gratis y no bastó con pedirlo, tuve que trabajar fuerte, pero eso me gustaba y lo disfruté. Cuando llegué a Houston, pensaba que yo era lo mejor, pero vi que si yo trabajaba 18 horas, ellos trabajaban 20. Así que adopté su sistema de trabajo, que es lo que sigo haciendo hoy, como lo aprendí primero del Dr. Soltero y luego en Houston, organizándome para poder lograr ayudar a más personas. Tengo un buen equipo con el que puedo hacer muchas cosas simultáneamente.

¿Cuántos años vivió en los Estados Unidos?

Fueron 24 años, los primeros 7 de entrenamiento y después en la facultad de Baylor y de la Universidad de Texas. Allí hicimos muchos trabajos de investigación. En un momento el Dr. Soltero me preguntó si iba a regresar, pues el Departamento de Salud iba a hacernos una unidad cardiovascular en Bayamón, pero al final eso quedó en nada. Así que seguí en Houston. Me mudé al Memorial Southwest Hospital. De las 35 operaciones de corazón al año, que tenían cuando llegué, pasamos a 600 al año.

Con tanto trabajo ¿siguió aprendiendo?

Si. En Europa estaban muy adelantados en reparar válvulas y desarrollé una dinámica para aprender con ellos, íbamos a Europa o ellos venían a Houston. En esa época se hicieron contribuciones importantes a la cirugía, al desarrollo de instrumentos, hicimos películas científicas. Tendimos puentes con el resto del mundo y vimos otra perspectiva diferente. También, tuve la suerte de que me apoyaron siempre para hacer investigación, inclusive cuando estaba en instituciones privadas.

¿Se mantuvo la relación con Puerto Rico?

Yo ya tenía una oficina en Puerto Rico y venía cada seis semanas y lo apreciaba mucho. Fui sintiendo cada vez más que me encantaba trabajar con los pacientes de Puerto Rico, sencillos y siempre agradecidos. En un momento noté que en Puerto Rico había muchos pacientes que no se podían operar por limitaciones económicas. Con la Cruz Azul de Puerto Rico desarrollamos el “Puente de la Esperanza” que permitió que 2500 personas viajaran a operarse a Houston. Eran cirugías cardiacas y vasculares difíciles, problemas congénitos y de válvulas. Se desarrolló una infraestructura de puertorriqueños en Houston que apoyaba, los recogía del aeropuerto, logramos descuentos en hoteles y en el viaje.

¿Cuándo vuelve a Puerto Rico?

La pasión de trabajar con Puerto Rico siguió y en 1991 tuve una oferta de Pavía para hacer un centro cardiovascular. Yo había aprendido que uno vale por lo que hace y por lo que logra. En 10 años en Pavía hicimos mucha producción científica y pusimos a Puerto Rico en el mapa en muchas áreas diferentes. Trajimos al Dr. Batista de Brasil, a quien considero un genio. En casos extremos, donde había poco que hacer, él lograba salvar a 8 de 10 pacientes. Sus detractores decían que moría el 20% y que eso era mucho. Él era pionero en técnicas de cirugía del miocardio. Fuimos con todo el equipo quirúrgico a Brasil y él vino siete veces a Puerto Rico. Es importante mantener el entusiasmo por ver cosas nuevas.

¿En qué momento vino a Mayagüez?

Fue otra gran oportunidad. En el año 2001, el grupo de Ponce me invitó a su Escuela de Medicina y a desarrollar un centro cardiovascular en Mayagüez. Vine y encontré un hospital casi vacío, pero al ver las salas de operaciones pensé: “Acá podemos tener impacto”. Era enero de 2001, volví a San Juan, renuncié, junté a mi familia y vinimos acá. Pocos días después, casualmente un 14 de febrero, estaba operando mi primer corazón en este hospital. Ya van a ser 11 años. Contamos con el apoyo del alcalde, de la población; las decisiones las toma gente con visión que cree en el proyecto y lo hacen de forma ejecutiva. Todos han apoyado y todo se hizo rápido; es la belleza de Mayagüez y de estar acá. Además, la facultad médica es muy buena y podemos trabajar tranquilos.

Disfruto el trabajo, llego temprano y soy el último en salir. Tenemos un grupo de trabajo de la mayor calidad, hay una lealtad inmensa, ellos dan todo por mí y yo doy todo por ellos.

Importancia de la investigación

Ahora tenemos un grupo de trabajo a cargo de seis proyectos de investigación activos. Hay otro grupo para sala de operaciones y otro para intensivo. Cuando se hace algo bien esto se suele reconocer, así ocurre en investigación. Se empezó con un proyecto y los resultados consistentes y el trabajo correcto buscando la excelencia captaron la atención, nos buscaron de otros lados, de otros países, del NIH.

Para algunos la investigación no es importante; para mí es muy importante. El médico por excelencia debe ser investigador, tiene que escuchar y estar atento. Así encontrará como atender mejor a sus pacientes. Muchas de las cosas que he diseñado se basan en ideas que se me ocurren porque estoy buscando cómo resolver algo de la mejor forma.

¿En la cirugía hay muchas rutinas?

Cada operación es un reto nuevo. Por ejemplo, recuerdo cuando me visitó el Dr. Benetti para informarme de la cirugía sin bomba. Dudé pero lo escuché y luego de verlo quedé fascinado. En ese caso, el intercambio con el Dr. Benetti, de Argentina, y su anestesiólogo, el Dr. Geffner, fue de un impacto y trascendencia muy grande. Así, acá establecimos la Escuela Nacional para cirugía sin bomba. Pusimos a Mayagüez en el mapa. Desarrollamos tal destreza que vienen profesores y gente importante de muchos lugares a entrenarse con nosotros. Y sin dudas, nosotros también aprendemos siempre algo más.

¿Hacen la cirugía con el corazón latiendo?

Toda nuestra cirugía cardiaca la hacemos con el corazón latiendo. Aprendimos eso del Dr. Benetti. El corazón no para; así hacemos todo, ponemos válvulas mitrales, identificamos la patología, le damos sangre al individuo por el seno coronario; funciona bien. No podemos seguir haciendo las cosas como se hacía 10 años.

La cirugía off pump mejora los resultados, pero éstos no es que sean mejores porque es off pump sino porque no se para el corazón. Recuerdo que al Dr. DeBakey le llegaban los pacientes más complicados del mundo y le iba bien porque no paraba el corazón, esto es lo importante. Para los casos más complicados desarrollamos una técnica especial, los ponemos en la bomba, pero con el corazón latiendo y sin que pare.

¿Qué se ve en los corazones de los obesos?

En la anatomía del corazón no hay gran cambio, la grasa que rodea el corazón responde más a factores genéticos y menos a la dieta. Lo que hay dentro de las coronarias, eso sí tiene relación con muchas cosas como la glicemia y la diabetes, que es un gran problema en Puerto Rico, donde tenemos una de las incidencias más alta del mundo, con todas sus consecuencias sobre las coronarias. Es importante considerar también que la sobrevida ha aumentado. Ahora operamos todas las semanas a varias personas sobre 80 años que llegan con más factores de riesgo. Los adelantos nos han llevado a tratar a personas mucho más enfermas.

¿Cómo surge la Fundación?

Esa es una de mis pasiones. Había visto algo parecido en Texas. En un principio había cierto escepticismo y críticas a trabajar apoyando a los jóvenes, se decía que no iban a venir en época de vacaciones y otras cosas. Al principio vino uno, dos, ahora son cientos.

Cuando estás convencido que lo que haces está bien, ten paciencia que al final se logra todo. Es una oportunidad que se ofrece a muchos jóvenes que los ayuda en su proceso de decisión. Tenemos apoyo de escuelas. Así identificamos a los muchachos más brillantes, que definen su vocación; las Escuelas de Medicina y todos se benefician. Ya han pasado más de mil muchachos por el programa. Vienen con interés y salen bien motivados y van esparciendo el mensaje, resaltando la importancia de estudiar, de ser serios y disciplinados.

Yo no conozco a esa juventud irresponsable de la que habla la gente y la prensa. Yo conozco muchachos brillantes, que están ávidos de que alguien les haga caso y los escuche. Me piden consejo y, cuando puedo, trato de decirles que sigan estudiando y que no permitan que nadie interfiera con sus sueños.

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