Placebo y nocebo

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Félix J. Fojo, MD
felixfojo@gmail.com
ffojo@homeorthopedics.com

Las propiedades curativas (o de alivio) de algunos objetos, prácticas y medicamentos científi camente inefi caces constituyen un misterio que médicos, fi lósofos y pensadores analizan desde hace siglos. Esas propiedades de alivio son el denominado efecto placebo. Lo contrario es el efecto nocebo.

El término placebo viene del latín complacere y ya apareció en la Biblia. Se refería también a las plañideras contratadas de la Edad Media. Pero el primero que utilizó el término en su acepción médica actual fue el médico, matemático y fi lósofo sirio Qusta ibn Luqa en el siglo IX. Resulta interesante que Qusta se apoya en Platón para defender la existencia de este efecto y más interesante aun que lo indica explícitamente (mediante conjuros, frotaciones y colgantes) para el tratamiento de la impotencia masculina. Este es su razonamiento: “Si los humores cambian también cambia el alma, por tanto, si hacemos cambiar el alma, de alguna manera cambiarán los humores”.

El efecto placebo ha sido estudiado por muchos hombres de ciencia. Freud le dedicó importantes trabajos, pero ninguno concluyente. Hoy sigue investigándose y con nueva tecnología para la exploración neurológica (resonancia magnética funcional, tomografía por emisión de positrones) se vislumbran ciertas áreas del cerebro (amígdala, cortezas prefrontal u orbitofrontal y cíngulo anterior) que parecen activarse con el efecto placebo. También se ha invocado una cierta predisposición genética como facilitadora del efecto placebo (y nocebo) pero los estudios no son, hasta ahora, concluyentes.

Las acciones médicas que puede desencadenar en algunos pacientes el efecto placebo (o el nocebo) son casi infi nitas. La sola presencia del médico que establece una buena relación con su paciente puede ya mejorar los síntomas y la presencia de otro que no establece una buena relación puede empeorarlos o incluso anular los efectos de un buen tratamiento. La ansiedad que casi todos sentimos en la antesala de la consulta del odontólogo o la crisis de falta de aire del asmático que ha olvidado su nebulizador personal son efectos nocebo típicos.

La utilización consciente del efecto placebo por parte de los profesionales de la medicina es un tema de continua discusión ética. Para que el efecto placebo ocurra, el paciente debe creer o por lo menos tener fe en que un medicamento, un proceder o una investigación aportarán benefi cios a su salud. Hay que reconocer que si el médico emplea conscientemente el mecanismo (diciendo, por ejemplo, que “esta vitamina” lo va a mejorar o curar) está de hecho engañando al paciente, aunque el resultado sea favorable. El empleo de “drogas placebo” en investigaciones a doble ciego ha sido cuestionado muchas veces. En realidad, el tema ético rebasa con creces el alcance de este pequeño trabajo y no es procedente discutirlo aquí.

Debe señalarse también que los efectos placebo y nocebo no conciernen solo a la medicina. La creencia ciega en el político populista que ofrece lo que sabemos no puede cumplir es una forma social del efecto placebo, y la indefensión y ansiedad que sufrimos (casi todos) ante el olvido en la casa del teléfono celular es una forma de efecto nocebo.

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