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La grácil mano de Bertha: A propósito de Wilhelm Conrad Röntgen

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Félix J. Fojo, MD
felixfojo@gmail.com
ffojo@homeorthopedics.com

En el año 1901, se concedió el primer Premio Nobel de Física, con el que se inauguraban estos galardones que ahora son parte de nuestra cultura popular.

El físico alemán Wilhelm Conrad Röntgen (1845- 1923) fue la primera persona en recibir el que luego sería el más codiciado de los reconocimientos a nivel mundial. Todos sabemos que le fue concedido por el descubrimiento de los rayos X, esa novedosa tecnología que luego cambiaría para siempre la forma de diagnosticar en medicina y en otras muchas ramas de la ciencia.

También sabemos que Röntgen, físico por formación, descubrió estos rayos mientras experimentaba con un tubo de rayos catódicos en un cuarto oscuro; que él tuvo la inteligencia e intuición para describir algo que ya antes había sido visto y pasado por alto por otros experimentadores; y que, además, hizo atravesar estos rayos, a los que llamó X a falta de un mejor nombre, a través de cartones, periódicos, madera, metales, monedas y una mano humana con un anillo de compromiso en uno de sus dedos.

Pero… ¿a quién pertenecía esa grácil y elegante mano izquierda femenina? Pues pertenecía a Anna Bertha Röntgen (1833-1919), apellidada Ludwig de soltera, la silenciosa y dedicada esposa del científico, entregada en cuerpo y alma al cuidado del perseverante investigador y capaz, no solo de poner su mano bajo los rayos X, lo que hizo en muchísimas ocasiones, sino de poner por él su mano en el fuego si era necesario.

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Foto de radiografía de mano con aro de Anna
Bertha Röntgen, Würzburg, 22 Diciembre 1895.

Wilhelm y Anna se casaron en Holanda en 1872, después de un noviazgo de tres años que desaprobaban vigorosamente los padres de Röntgen por dos razones de bastante peso para la época. En primer lugar, porque Anna era hija del dueño de una taberna donde se habían conocido mientras ella le servía café y, por tanto, aunque esbelta, bastante bonita y de un trato encantador que cautivó al joven Röntgen, era de una clase social diferente a la de Wilhelm. Y en segundo lugar, porque Anna estaba cerca de cumplir los 40 años mientras que él era aún un recién graduado de 27 años.

Durante siete largos años los esposos Röntgen no contaron con el apoyo material y social de la bien posicionada familia de él. A pesar de las carencias materiales, del extenuante trabajo académico y científico de Wilhelm y de la imposibilidad de que Anna quedara embarazada, el matrimonio salió adelante y en 1894 Röntgen era ya el director de la Universidad de Würzburg y tenían una residencia de tres pisos en la Avenida Pleicher Ring, donde precisamente se descubrieron los rayos X.

El propio Röntgen narraba que ella, al ver el esqueleto de su mano en esa primera radiografía, sentía una extraña sensación de arrobo y de temor a la muerte, pero temor en abstracto, pues pocas veces un científico ha tenido una colaboradora más decidida.

Anna murió en octubre de 1919 y Wilhelm solamente le sobrevivió cuatro años. Ambos están enterrados, juntos, en el cementerio de la ciudad de Giessen.

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