Torre de Marfil

Dos genios hipoacúsicos. ¿Una etiología?

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Félix J. Fojo, MD
felixfojo@gmail.com
ffojo@homeorthopedics.com

Completa o casi completamente sordos han sido muchos artistas de renombre, pero siempre, al hablar sobre esta enfermedad, nos vienen a la mente dos genios incomparables: el músico alemán Ludwig van Beethoven (1770-1827) y el pintor español Francisco de Goya y Lucientes (1746-1828).

Beethoven tuvo una infancia infeliz, marcada por los maltratos físicos y psicológicos de un padre alcohólico y por la muerte de su madre, causada por una hemoptisis tuberculosa cuando él tenía 17 años de edad. En 1798, contando veintiocho años, le escribe a un amigo: “Mi audición en los últimos dos años es cada día mas pobre; los ruidos en los oídos se hacen permanentes y ya en el teatro tengo que colocarme muy cerca de la orquesta para entender al autor; si estoy retirado no oigo los tonos altos de los instrumentos…”. Según el otólogo español Prof. Jorge García Gómez, estos son signos de una otosclerosis laberíntica progresiva con fijación anormal del estribo. Es posible que haya contraído la sífilis después de los cuarenta años de edad, lo que pudo haberle causado una lesión irreversible del nervio auditivo, pero esa no fue la causa primaria de su hipoacusia. Se ha invocado también el saturnismo -debido a su costumbre de utilizar vajilla de plomo para comer y beber- como etiología de su sordera, pero todo parece indicar que de haber existido, sería una causa coadyuvante y no primaria.

El doctor Wagner, que realizó la autopsia al cadáver de Beethoven, extrajo los dos huesos temporales y describió anatomopatológicamente (para la época, se entiende) las lesiones que encontró o creyó encontrar, pero no pasa de mencionar signos comunes postmortem. Estos fragmentos óseos se han perdido y es necesario trabajar entonces con las cartas y comentarios del propio paciente. Resumiendo: Beethoven pudo haber tenido sífilis y algún grado de saturnismo, pero la causa etiológica primaria de su sordera parece haber sido la otosclerosis, que hoy hubiera tenido una solución quirúrgica (estapedectomía y prótesis del estribo). Paradójicamente, y esto solo puede ser explicado por su inmenso genio, mientras menos oía, mejor componía.

En el caso de Goya, la sífilis no podía faltar como diagnóstico, pero lo cierto es que la evolución posterior a los primeros signos de sordera, aparecidos alrededor de los 31 años de edad (Goya vivió 82 años), no parecen corresponderse con esta patología. La esquizofrenia, que se ha sido invocada por algunos, no parece sostenerse como causa real de la hipoacusia. Los brotes de esclerosis múltiple también han sido propuestos, (varias crisis de dolores abdominales inespecíficos, decaimiento severo, debilidad muscular y depresión reactiva), aunque su larga supervivencia sin tratamiento de ninguna clase no parece apoyar este diagnóstico. Por último, las intoxicaciones crónicas, tanto por plomo (saturnismo) –presente en el carbonato de plomo que es parte del albayalde blanco que tanto utilizó Goya en sus cuadros- como por la corteza de quina, que consumió por años para “tratar” sus crisis, y aquí sí parece haber un asidero etiológico real. Al igual que Beethoven en la música, Goya, sordo como una tapia, malhumorado y deprimido, continuó pintando como un genio hasta el último día. No parecen haber tenido la misma enfermedad auditiva, pero comparten ambos el grado más alto del talento humano: el genio creador.

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