Torre de marfil

Alergias y alta política

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Félix J. Fojo, MD
felixfojo@gmail.com
ffojo@homeorthopedics.com

Aunque suele citarse el trabajo del Dr. John Bostock que describe la fiebre del heno (hay fever), publicado en 1819, como el inicio de la historia escrita de la alergia, existen otras referencias, literarias y políticas, mucho más antiguas, que resultan de interés.

Egipto fue, desde aproximadamente el año 4500 a.C., una teocracia absolutista gobernada por un faraón y sus más cercanos sacerdotes. La estabilidad del imperio dependía de la continuidad del mando y de la fluidez y tranquilidad con que se llevaran a cabo los cambios (no muy distinto a los tiempos actuales). En el denominado periodo predinástico (anterior a 2181 a.C.), esto era aún más importante pues no se habían establecido con claridad las líneas sucesorias.

Piénsese entonces en el desorden ocurrido cuando el faraón Menes (alrededor de 3000 a.C.), en plenitud de facultades, falleció repentinamente a causa de la picadura de una abeja. Hoy, llamaríamos a ese evento un shock anafiláctico.

Por cierto, el filósofo y escritor romano Lucrecio comenta en uno de sus tratados que, dejando de lado el veneno, muy utilizado con fines políticos, algunos alimentos caen bien a muchas personas y no tan bien a otras. ¿Se refería acaso a las alergias alimentarias?

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El envenenamiento de Britannicus
(François Chauveau 1675, foto 1935)

Sigamos en Roma. Britannicus era el hijo mayor del emperador Claudio, y por tanto su sucesor legal, pero… esos peros de la historia, Britannicus, cada vez que montaba a caballo desarrollaba un rash en la piel y lagrimeaba constantemente, al extremo que uno de sus contemporáneos contaba que cuando llevaba algún tiempo cabalgando “ya ni sabía adónde iba”. Obviamente el pobre Britannicus era alérgico a los caballos. Claudio, que consideraba esto un caso de flojera, decidió que Nerón, hijo adoptivo suyo, sustituyera a Britannicus al frente de la cabalgata de jóvenes patricios. Con el tiempo, Nerón reemplazó a Claudio como emperador y una de sus primeras medidas fue… matar a Britannicus, claro está.

El rey Ricardo III de Inglaterra tiene una fama pésima en la historia. Quizás tan mala reputación sea un poco injusta, pues no hizo nada que no hayan hecho otros muchos desde el poder -matar a sus rivales, perjurar, robar-, pero veamos una anécdota. Ricardo sufría de una alergia a las fresas que le ocasionaba rubor, rash y un severo escozor en la piel. En una ocasión, deseaba eliminar a Lord William Hastings, noble poderoso en el que Ricardo veía a un posible rival. Pues bien, lo invitó a conversar con él, pero antes, se atiborró de fresas. Cuando Hastings se sentó frente al Rey este comenzó a desarrollar su consabido cuadro de urticaria. Ni corto ni perezoso el Rey acusó al pobre Hastings de brujería. Hastings fue detenido inmediatamente, condenado “legalmente” por intentar embrujar al Rey y decapitado. Una crisis alérgica sumamente grave… para William Hastings.

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