Arte

Las Meninas

Teología de la pintura
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Jesús María del Rincón
Artista, Pintor y Retratista
bicubicart@gmail.com

“¡Psss, psss! ¡Amigo, acérquese! Sí, soy yo, Diego Velázquez, el pintor del XVII. ¿Recuerda que nos encontramos recientemente y que una tormenta nos hizo coger rumbos diferentes para guarecernos de los elementos? Pues aquí estoy de regreso, en el Museo del Prado frente a Las Meninas, mi opera magna, aunque originalmente tenía otro título, El cuadro de la familia, y milagrosamente se salvó de un fuego”.

Del Rincón: ¡Maestro! Qué agradable sorpresa verlo nuevamente. Hábleme de Las Meninas, de la que dijo Luca Giordano que es la teología de la pintura.

Diego Velázquez: Hombre, creo que exageraba, le contaré: corría el año 1656 y recibí el encargo de retratar a la Infanta Margarita de Austria, hija del Rey Felipe IV, a los 5 años de edad. Ideé una forma de no solo retratarla, sino de incluir en el cuadro a su séquito, a sus padres los reyes de España y mi autorretrato. Elegí para eso mi taller, sito en el Alcázar de Madrid, un espacio amplio de techos altos que me permitían pintar la luz y la atmósfera, a base de contraluces, y de abrir unas ventanas y dejar cerradas otras.

Del Rincón: ¿Quiénes son los personajes del cuadro?

Diego Velázquez: Decidí retratar a la enana macrocéfala Maribárbola y a Nicolasillo Pertusato, otro enano que posa su pie sobre el perro mastín de la Infanta. También pinté a sus damas de compañía, las meninas, que eran hijas jóvenes de nobles y doncellas de honor de la Infanta. Una era María Agustina Sarmiento, quien ofrece agua a Margarita, y se la ve haciendo una reverencia; la otra, Isabel de Velasco, iniciando otra reverencia, gesto propio del protocolo palaciego.

Del Rincón: ¿Y el resto de personajes?

Diego Velázquez: En un espejo al fondo se puede ver a Felipe IV y Mariana de Austria presenciando la escena, mientras Marcela de Ulloa, guarda menor de damas, habla con un caballero cuyo nombre he olvidado. Al fondo, con un fuerte contraluz, José Nieto, aposentador de la Corte, entrando por una puerta a una estancia contigua, fuertemente iluminada, que da gran profundidad al cuadro.

Del Rincón: ¿Y su autorretrato?

Diego Velázquez: Tenía yo 57 años y mi presencia, trajeado con pinceles y paleta en ristre, era vital para justificar la escena. Lo que no pinté yo, sino otro pintor después de mi muerte, fue la cruz de Santiago en mi pecho, ya que en 1660 fui nombrado Caballero de esta Orden a título póstumo por deseo del Rey.

Del Rincón: Maestro, Las Meninas fue restaurada no hace mucho por John Brealey. ¿Qué le parece la restauración?

Diego Velázquez: Magnífica, ha vuelto a dar su luz original al lienzo. Se había tornado opaca por el efecto del tiempo sobre el barniz. A veces, visito de noche el Museo del Prado para ver mi obra y puedo atestiguar que me complace enormemente la restauración.

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