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Opinión, invitado del mes

Para mantener la esperanza...
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Dr. Iván Meléndez Rivera, MD, FAAFP, AAHIVS
Especialista en Medicina
de Familia
Catedrático auxiliar de la
Escuela de Medicina de
Ponce
Certificado de la
Academia Americana
de Medicina de Familia
y Academia Americana
de Medicina en VIH
Director Médico del
Centro Ararat en Ponce
Vicepresidente de la
Asociación de Tratantes
de VIH de Puerto Rico

Hace veinticinco años, se descubrió el virus de inmunodeficiencia humana (VIH), una condición de salud que redefinió los parámetros de vida de muchos hombres y mujeres, destrozando sueños, tronchando ilusiones. Sin embargo, para un grupo de valientes, se convirtió en una oportunidad de esperanza.

En principio, enfrentados a la muerte, sólo podíamos ofrecer ayuda psicológica a los afectados por este mal. Sin conocimiento científico sobre la condición y sin un tratamiento clínico adecuado no había muchas posibilidades. Con los avances de la ciencia, se descubrieron las características de este virus y la forma de enfrentarlo desde tres flancos: la virología, la inmunología y la genética.

Hoy en día existen más de veinticinco medicamentos antirretrovirales para tratar a quienes portan este virus, extendiéndoles el privilegio de la vida. Gracias a la investigación dedicada y a una población comprometida, hemos cambiado la palabra “sida” por “vida”, evidente en cada pequeño milagro: por ejemplo, cuando una mujer positiva al virus puede tener un hijo seronegativo, o cuando un paciente recibe un diagnóstico y puede mantenerse fuera del hospital. Y sobre todo, cuando los sueños se convierten en realidad: la vida prolongada, el desarrollo profesional, el establecimiento de un hogar…

Muchos todavía piensan que un diagnóstico positivo de VIH puede ser una sentencia de muerte, pero para otros es una oportunidad de esperanza. Para los profesionales de la salud que hemos atestiguado estos logros, significa agradecer a Dios por ser mediadores en este proceso que permite nuevos avances de la ciencia, reflejados en nuestros pacientes.

En los pasados quince años, he tenido la oportunidad de participar de los sueños de muchos de mis pacientes. A través de ellos y ellas, he reconocido la oportunidad de vivir, sentir, hacer y querer… Por eso, es importante continuar nuestros esfuerzos para que las vidas de nuestros pacientes continúen con más y mejores oportunidades. Es esencial que cada día redescubramos nuestra razón de ser, comprometidos con nuestra labor de ayuda y apoyo. Porque, cuando entregamos nuestro trabajo con la satisfacción de proteger a quienes nos necesitan, nos convertimos en portadores del bien que sirve para mantener viva la esperanza.

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