El Dr. Jesús Santos Martínez: Profesor Emeritus

En las primeras décadas del siglo pasado, la vida era diferente en Puerto Rico. Había limitaciones materiales, la población de toda la isla recién pasaba el millón de habitantes y la agricultura era la principal actividad. Los índices de pobreza eran altos, el sistema de salud era limitado y la expectativa de vida, mucho menor. En ese escenario, el Dr. Jesús Santos Martínez representa a una generación de puertorriqueños que tuvo que luchar contra situaciones adversas para lograr hacer realidad sus sueños; en su caso específico, el de ser un científico y maestro.

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Norman Maldonado MD
Hematólogo-Oncólogo
Ex Presidente de la
Universidad de Puerto Rico

E l Dr. Jesús Santos Martínez nació en 1924 en el Barrio La Hueca, en la isla de Vieques; era uno de 9 hermanos. Su padre, que era “listero” en una finca de caña, falleció cuando Jesús tenía tan solo 7 años y su madre murió al año siguiente.

El orfelinato, las escuelas y la música

El niño fue traído a la isla grande, a un orfelinato del Departamento de Salud, en Santurce. Había allí 300 niños y se tenía que vivir con disciplina militar. Los jóvenes asistían allí mismo a clases hasta el sexto grado y, luego, pasaban a la Central High, que quedaba cruzando la calle. Cuando Jesús estaba en cuarto grado, tomó clases de música y aprendió a tocar la trompeta y llegó a participar en la banda de la escuela. Eso lo “libró” de las tareas que tenían que cumplir los otros estudiantes.

En 1936, el orfelinato fue trasladado a Cayey y allí asistió al primer año de la escuela superior Benjamin Harrison. Luego, volvieron a mudar el orfelinato a Guaynabo, donde no había escuela superior. A raíz de eso, Jesús fue a vivir con una tía en Hato Rey y se matriculó en la Central High, que él ya conocía. Como no tenía dinero, caminaba todos los días a Santurce para asistir a clases. Logró conseguir una beca de 6 dólares al mes, ofrecida por el National Youth Administration. Esto le permitió, a cambio de trabajar dos horas al día, pagar los 5 centavos de transportación y el almuerzo, de también de 5 centavos.

Como dominaba la trompeta, ingresó a la banda de la escuela, que tocaba en óperas. Allí conoció a Sylvia Rexach. Ella organizó una banda que se convirtió en la Orquesta Hatuey. Esos fueron sus mejores años. Jesús quería ser un profesional e ingresó a la Universidad de Puerto Rico a estudiar Farmacia. Siguió tocando en la orquesta para mantenerse y también para poder ayudar a sus hermanas menores. Luego, se unió a la Orquesta Cubaney del director Carlos Acosta, donde tocaba los fines de semana.

Estudios, maestría y doctorado

En la Universidad, se unió a la Banda del ROTC (Reserve Officers’ Training Corps), pero no lo llamaron al servicio militar por estar bajo de peso. Después de su graduación como farmacéutico, se quedó enseñando en la misma Escuela de Farmacia, en 1946. Esos eran los días en que el Rector Jaime Benítez estaba desarrollando la facultad. Fue admitido a la Universidad de Illinois para estudiar una maestría en Farmacología. Luego, fue a la Universidad de Purdue en Indiana, donde obtuvo su PhD en Farmacología, en 1954.

A su regreso, se incorporó a la facultad de la recién creada Escuela de Medicina de la Universidad de Puerto Rico en el local de Medicina Tropical. Allí, en 1956, lo conocí como uno de mis maestros en el curso de Fisiología. Nos enseñaba fisiología renal, coagulación y estaba a cargo del laboratorio. Esa fue para nosotros una experiencia inolvidable, sobre todo cuando, con la ayuda de su asistente Pedro, nos enseñó con perros las funciones fisiológicas del organismo. El Dr. Santos era un maestro efectivo y accesible a todos, por lo que también era nuestro paño de lágrimas y lo queríamos mucho.

En 1966, recibió una beca para hacer un grado postdoctoral en Fisiología renal en Purdue, su alma máter. Después, en 1972 se le dio un nombramiento en el Departamento de Urología de la Escuela de Medicina y pasó como Director de Ciencias Básicas a la Escuela de Odontología. Allí reclutó a la Dra. Lillian Haddock, al Dr. José Eugenio López y a este servidor para ofrecer un curso de Medicina a los estudiantes de Odontología, lo cual hicimos por varios años en forma ad honorem. Fue una gran experiencia.

Organizador y líder académico

En 1975, fue invitado por el Dr. Bernardino González Flores a organizar la Escuela de Medicina de Cayey, hoy Universidad Central del Caribe en Bayamón. Él declinó, pero recomendó al Dr. José Nine Curt. En 1976, fue consultor para establecer la Escuela de Medicina de la Universidad Católica en Ponce. Ese encargo sí lo aceptó y así se plasmó lo que hoy día es la Ponce School of Medicine. En 1977, el Dr. Santos se retiró de la Universidad de Puerto Rico, después de 30 años de servicio y comenzó una nueva carrera, esta vez como Jefe del Departamento de Fisiología y Farmacología de la recién creada Universidad Central del Caribe, donde laboró por 20 años más. Allí, creó un programa graduado y, en 1994, fue honrado como Profesor Emeritus. En 1997, luego de dos carreras exitosas y 50 años enseñando y guiando a las nuevas generaciones, se retiró del salón de clases.

El Dr. Santos fue miembro de la Junta de Equivalencia de Drogas de Puerto Rico por 10 años, miembro de innumerables juntas y comisiones acreditaroras de escuelas de Medicina y miembro activo de la Sociedad Americana de Fisiología. Fue profesor visitante a muchas escuelas de Medicina en el Caribe y en los Estados Unidos.

Vida valiosa

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Departamento de Fisiología, RCM 1964: Dres. Andrew Maretsky, Conrado Asenjo, Jesús Santos Martínez, (sentados) Roger Reinicke, Agustín Fernández, Carmen B. Casas.

Su esposa María de Jesús y sus 4 hijos son una familia ejemplar. Tiene dos hijos médicos, José A. es anestesiólogo, José R. es psiquiatra, su hija Magali es dentista y Miguel, ingeniero electricista.

Uno de los momentos más significativos de su vida fue cuando lo hicieron Hijo Preferido en Vieques. El Dr. Santos ha ayudado a miles de jóvenes puertorriqueños a hacer realidad sus sueños como médicos, dentistas e investigadores en las escuelas del país. Aún le apasiona la música, que le ayudó a realizar su sueño de ser un profesional y persona valiosa, y a servir como maestro de maestros y gran servidor público. A nombre de sus miles de estudiantes, lo saludo y le agradecemos su dedicación y ejemplo.

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