Hay algunas cosas tan importantes de la vida que no recordamos, como cuando aprendimos a caminar y las caídas que tuvimos en ese aprendizaje. ¡Qué maravillosa la naturaleza al darnos a esa edad una flexibilidad a prueba de caidas!
Sí, recuerdo cuando tenía siete años y me habían regalado una bicicleta que, además de linda, era “grande”. Aprendí rápido a montarla, incluso sin manos y, cuando quise hacerlo sin piernas o parado en el asiento, terminé tirado en la acera con el brazo medio deformado por (...)